MIGUEL
ANGEL SANCHEZ. Matador de Toros
Siempre es difícil mirar hacia atrás y encontrar
una tarde que te haga sentir pleno, realizado. Lo es porque esta bendita pasión
de torear nunca te deja satisfecho. Pero es mucho, muchísimo más sencillo
rescatar momentos que dejaron huella por muchas circunstancias, momentos de
diversa índole que van construyendo tu historia profesional. Y buscando,
buscando… son muchas las veces que esas sensaciones coinciden en una tarde
especial, esa tarde que jamás se borrará de tu recuerdo.
La mía en particular no es una gran feria, ni
tampoco una gran plaza pero si es una gran sensación. En Candelario, un pueblo
de la sierra de Béjar, en el año 2004. Allí coincidieron en una tarde preciosa
del mes de julio muchas circunstancias para tenerla en mi memoria:
Toreaba una
corrida de toros mano a mano con un compañero que también lo fue en los
comienzos de la Escuela, mis dos toros pertenecían a ganaderos con los que
siempre he mantenido una gran relación desde mis comienzos y, sobre todo, era
la tarde donde reaparecía después de una seria lesión de rodilla que me tuvo
apartado unos siete meses. Por todo ello para mí se agolpaban en el recuerdo
jornadas de preocupación, miedos habituales de todo torero, desesperanza por la
evolución de la pierna, duras sesiones de rehabilitación y preparación física,
en fin…
Pero aquel día era mi día, era feliz por poder
volver a vestirme de luces. Y salió mi primer toro, que no ayudó mucho pero
moralmente me sirvió para sentirme bien, seguro y ansioso una vez más. Tardó en
llegar el momento, no tuve el soñado triunfo hasta que salió el sexto,
“Rocinante” se llamaba. Fue un gran toro, precioso de hechuras y de gran
condición. Con el capote no llegué a cuajarlo pero poco a poco iba reuniéndome
con él, sintiendo que era yo quien extraía de él sus mejores condiciones. Se
templaba en cada muletazo, se rebozaba y volvía desde allí hasta aquí una y
otra vez. Más largo y más despacio que al comienzo. Me hizo muy feliz una serie
honda, muy aplastada por el lado derecho, y los ayudados finales que
precedieron a una de mis mejores estocadas. Le corté el rabo pero me produjo
una de las sensaciones más grandes que podrá sentir un torero; el
reconocimiento al esfuerzo y al trabajo bien hecho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario